
En el primero de los trabajos, liderado por Pierre-Yves Plaçais y Preat Thomas, investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia, han estudiado de qué manera los cerebros de las moscas hacen frente a una severa limitación de recursos. Los autores identificaron que, cuando sienten un apetito feroz, sus cerebros desconectan específicamente la formación de memoria a largo plazo de recuerdos negativos, que depende de la síntesis de proteínas energéticamente más costosas.
Por otra parte, un estudio independiente, liderado por Minoru Saitoe, del Institute of Medical Science de Tokio (Igakuken), y centrado en una privación de alimentos más liviana, demuestra que, en realidad, un ligero ayuno aumenta la formación de memoria a largo plazo de recuerdos tanto negativos como placenteros. Sin embargo, cuando las moscas de la fruta iban quedando más y más privadas de alimento, su capacidad para formar memoria negativa disminuía, mientras que la formación de recuerdos placenteros seguía aumentando.
"Las moscas hambrientas almacenan recuerdos mejor que las moscas saciadas, porque ese estado hambriento les hace estar preparadas para iniciar la expresión de los genes necesarios en la formación de la memoria a largo plazo”, explica Saitoe.
Los investigadores asiáticos también han descubierto que las moscas saciadas y las hambrientas utilizan diferentes mecanismos para formar la memoria a largo plazo. En concreto, mientras que las saciadas emplean un factor de transcripción CBP, las moscas hambrientas emplean otro factor llamado CRTC.
No hay comentarios:
Publicar un comentario