Quizás con el maíz el hombre se inició como agricultor. Los mayas, aztecas e incas, es decir las tres mayores civilizaciones americanas, hoy desaparecidas, lo cultivaron. El premio Nobel de literatura, Miguel Ángel Asturias, en “Hombres de maíz” tomó el mito de los libros sagrados de los mayas. Para los aztecas hubo un dios del maíz y los incas realizaban ofrendas a Mama Huaco quien les había dado el primer maíz para su pueblo. Hoy en día el maíz junto con el arroz y el trigo son los tres alimentos básicos del mundo. Su importancia trasciende la alimentación humana y se extiende hacia la alimentación animal y a su utilización industrial.
Estoy convencido que en estos momentos su importancia es relevante por la gran agriculturización y por el monocultivo de la soja. Es relevante por su rol en las indispensables rotaciones como eje para el logro de una agricultura sostenible. La rotación se opone al monocultivo porque es la alternancia, la ruptura de la repetición. Doy por sabido que el monocultivo, desde el punto de vista agronómico, siempre se refiere a cultivos anuales. Es decir que es un despropósito hablar de monocultivos en el caso de alfalfares, de cualquier otra pradera, de montes frutales o forestales.
Estamos hablando de buenas prácticas, como lo son la siembra directa y la fertilización racional y las rotaciones como ejes indispensables para la sostenibilidad de los agroecosistemas. ¿Con qué se vinculan las rotaciones? Se vinculan con el contenido de materia orgánica de los suelos, con la barrera que significan frente a las plagas y a las enfermedades, como así también a la disminución del riesgo económico tanto por causales climáticas como de mercado.
Un buen nivel de materia orgánica determina mejores características físicas, químicas y biológicas del suelo. Se vincula con la estructura del suelo, con su porosidad. Ésta, a su vez determina la capacidad de infiltración y también la retención de humedad. Al mejorar las características físicas le confiere al suelo resistencia a la erosión, tanto eólica como hídrica. En la rotación las distintas especies difieren en la cantidad y en la profundidad en que exploran el suelo, circunstancia también favorable para la estructura de los suelos.
La materia orgánica es una fuente básica y natural de la fertilidad química de los suelos, asociada a su vez con una mayor actividad biológica. Los rastrojos de los cultivos tienen distinto volumen y calidad. El rastrojo del maíz tiene un gran valor más allá de su abundante densidad de raíces. Su volumen es mayor al de otras especies pero más importante es la perdurabilidad del rastrojo del maíz. La velocidad de descomposición del rastrojo se vincula con la relación carbono/nitrógeno. La permanencia del rastrojo de maíz en el suelo con una relación C/N de 90/1 es mucho mayor que el de la soja 40/1. En la práctica se determinó el mayor rendimiento de la soja cuando el cultivo predecesor fue el maíz. El INTA Marcos Juárez observó un rendimiento 10% mayor y en un promedio (1995-2000) el rendimiento de la soja fue de más de 6 q/ha cuando el maíz fue su precursor.
No hay ninguna duda en cuanto a la importancia del cultivo del maíz para el mundo y para la Argentina. Con seguridad en el encuentro que organiza Maizar para el 14 de mayo, bajo el lema “Alianzas para un mundo con maíz”, en el Hotel Four Seasons de Buenos Aires, se tratarán interesantes temas que se vinculan a éste gran cultivo.
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